La primera vez que vi la picadora de carne devorando alumnos en la película The Wall tenía 8 años. Ni idea de que iba el argumento, ni que era Pink Floyd ni cuanto embolsaba Roger Watter por gira. Pero siempre me atrajo esa escena, por morbo o por familiaridad.
Tras varias pasadas por la picadora, acá estamos, usando las herramientas que ellos nos dieron. Perplejos, domesticados y educados desde sus aulas. Haciendo lo que querían que haga. Curas, dirigentes estudiantiles, Rectores, Ministros, Iglesias, Partidos, escuelas. No, no necesitan reformas. No necesitan más maquillajes para estirar la agonía de la autonomía de nuestros cuerpos y mentes. La que sus doctrinas y programas, la que el Sistema Educativo, religioso o laico, público o privado, no pueden encasillar. Donde está mal visto decir “No sé”. ¿Y ustedes que saben? Si los pibes salen de la secundaria diciendo que de política no saben o no les importa, les aburre. Vamos perdiendo. Pero ganamos un empelado del mes.
Mi curiosidad, mi capacidad de asombro, el juego que nos hicieron dejar en la puerta aquel primer día de clases no se puede mendigar. Los buenos modales no hablan de nuestra educación, sino de nuestra docilidad, de nuestra obediencia. Y aunque pataleemos un poco, no han cambiado mucho las cosas.
Las Instituciones educativas nos muestran un camino plagado de competencia, exigencias extremas y desprecio por la solidaridad, salvo excepciones de aquellos que se animan a cuestionar entre sus paredes. Entonces ¿Porque creerlas mejorables? No deben existir más. Sin jefes, ni castigos, ni exámenes, ni Sarmientos inmortales, ni tomando distancia, ni rezando ni con netbooks. Monumento de los privilegios. Donde el saber no se comparte sino que se tira por al cara del otro, para sostener sus miserias, donde el consumo es extracurricular y estigmatiza sin horas libres.
Pero claro está, una vez más estoy pensando en voz alta, sin poner el cuerpo y en el lugar del cómodo crítico.
A diferencia de The Wall, podemos tirar abajo mil muros que nada cambiará, porque como decían Los CRASS, el sistema está hecho de personas y no de ladrillos. Seamos los verdaderos maleducados de este mundo bienpensante.
Empecemos por desaprender nosotros mismos lo aprendido.
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