No creemos que un número
seguido de una letra, encierre en sí un cambio estructural en la vida
de la gente. Letras y números que no reflejan más que alguna vieja imposición
social.
De todas formas no nos
parece mal reafirmar ciertas ideas e impresiones previo a uno de estos
montajes. Se prevé que el 8 de noviembre se realicen, en diferentes lugares, manifestaciones
mas o menos organizadas por grupos no del todo identificados aunque si bien
conocidos, para agitar el avispero de la codiciada “opinión pública”, en este
caso contra el gobierno de turno.
Sinceramente no nos
oponemos, por principios, a que la gente se manifieste. Diga lo que piensa,
salga, haga una marcha, un fogón, una huelga general o un graffiti. Luego,
claro, está en cada uno de nosotrxs, tener la suficiente agudeza de
saber interpretar esas expresiones y actuar en consecuencia. Mucha más
agudeza aún si se trata de manifestaciones como las del denominado 8N, en la
que las consignas se pierden en la nebulosa de la hipocresía y dónde lo
estético ocupa un lugar mucho más protagónico que lo ético.
Pero ¿A que referimos con
ser agudos en el análisis y en la crítica más allá de vivir esto como un duelo
de hinchadas? A que si un “X” dice que este gobierno es nazi, fascista,
autoritario, limita las libertades y otras cosas no necesariamente está
cuestionando todo ello. Es más, nos animamos a afirmar que el 100% de quienes
adhieren a esta manifestación se cagan en la libertad y creen fervorosamente en
la necesidad de la existencia de gobernantes que decidan por ellxs, de la prensa para que
hable por ellxs y de intelectuales que piensen por ellxs. De ahí para el lado que
quieran no tenemos nada que ver con unx solx de lxs ñatxs que salgan a hacer de
“manifestantes” el día 8. Todo ello sin contar las conocidas adhesiones de sectores
abiertamente nazis.
Sin embargo, habría que ser cuidadoso con eso también,
porque, como ocurrió con los cacerolazos de septiembre, los sectores que se
pararon voluntariamente –y no tanto- en frente de estas protestas encasillaron a
quienes formaron parte de las mismas únicamente como “chetxs”, “señoras de
recoleta y san isidro” o de “derecha”. Sin duda que estos sectores rancios
estaban, están y estarán. Pero también resalta la tensión que se produce cuando se quiere
minimizar la situación a un simple escenario que enfrenta a dos bloques
compactos de “oprimidxs” y “opresorxs”
de “ricxs” y “pobres”, de “izquierda” y derecha”. Todo ello existe, sin dudas, pero
a la hora de decir lo que piensan, quienes son incluidos en estos grupos
supuestamente homogéneos exponen que la cosa es mucho más
compleja.
No eran todos de la Unión Industrial,
vecinxs de las lomas de San Isidro, ni del partido de Biondini los que fueron a
la marcha de Blumberg a pedir mano dura y cárcel a lxs pibxs. Tampoco estaban
reclutadxs por Cecilia Pando los vecinos de Lugano, laburantes en su mayoría, que pedían bala contra los inmigrantes durante
la toma del Indoamericano, cuando no reeditar la vieja Ley de Residencia de de
Falcón y Miguel Cané. Eran “Argentinos”, responden al unísono. Excusa nefasta y
hueca. Eran trabajadores, como decíamos. Y probablemente les cueste llegar a
fin de mes ¿Entonces? Muchxs de ellas irán a esta marcha. Porque hay que
pertenecer y no perder status. Si no soy clase media, anhelo serlo. Así que no
vengan con que la revolución esta a la vuelta de la esquina, muy a nuestro
pesar. Si no cuéntenme que pasó del 2001 hasta ahora.
Queda expuesto entonces,
al menos para nosotrxs, que esta bolsa de gatxs que se manifestará hoy y que incluye
gente que repudia a lxs pobres, pobres que repudian a los pobres pero quieren
ser como su patrón, progres con la panza llena, represorxs y demás criaturas,
apesta.
Pero tranquilxs. No
apestan porque están en contra de tu presidenta favorita. Estxs personajes podemos
encontrarlos al lado tuyo, en ese bando imaginario que te creaste para creer que tenés
opinión política. A quienes creen en el mal menor, les decimos que esta cosita
de hablar del odio pero mirar para otro lado cuando se chupa a lxs pibxs que no
quieren afanar para la cana o que revuelven en la basura, cuando se mata a
mujeres pobres en abortos clandestinos, cuando se desaparece mujeres para hacerlas esclavas sexuales con la veña
de la casta política, o cuando se balea al que levanta la voz contra la patronal, no
los deja bien paradxs. Acá no hay veredas, no hay oposiciones. El monopolio más
grande lo tienen la élite política, empresarial y demás yerbas y se llama
Estado. Es el monopolio de tenernos a todxs amaestradxs, en mayor o menor
medida. Y contra ese monopolio no hay ley. No hay 7D.
La farsa consiste en que
estos dos supuestos bandos en pugna coinciden en algo fundamental para que todo
esto siga funcionando: La creencia de que debe existir un gobierno que rija
nuestras vidas y las de las demás. La convicción de que las jerarquías son necesarias. Que no te
chupen y te torturen más es lo mínimo que podemos desear. Pero que no curra en
masa no nos hace libres. Nos hace conformistas. Y sos un conformista, no sos
libre. Sos un alcahuete. Y vos, kirchnerista y vos, antikirchnerista quieren
gobiernos, policías, jueces, verdugos, empresarios, capitalismo. Lo quieren
porque de alguna forma u otra es la manera en que mantenemos nuestros pobres privilegios.
Y ningunx de los que proteste mañana con toda su furia y lxs que se den por aludidxs por tales protesta, corre riesgo. Porque ni
con este ni con otro gobierno, sus privilegios fueron puestos a prueba.
Entre gente que quiere
ser gobernada y seguir siendo obediente, no tenemos nada que elegir.
Y después del 8N y el 7D
y la letra y el número que quieran, cada unx de ellxs, se levantarán a la mañana para que cada
cosa siga en su lugar.
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