Me acuerdo que cuando iba a la escuela -creo que ya en la secundaria- nos habían enseñado en su momento el proceso de la comunicación y sus componentes. Entre ellos estaban el emisor, el mensaje, un canal a través del cual se trasladaba dicho mensaje, un receptor del mismo e incluso un ruido o barrera que interfería en el mensaje en cuestión.
En estos últimos días, para mi sorpresa, observe como un montón de personas se largaron a hablar de la comunicación con la misma suficiencia con la que hablan de la soja, la televisacion del fútbol, la imputabilidad de los menores o de la vida sexual de su vecina/o.
Y el disparador de esto fue una Ley. Si, la polémica –palabra salomónica por excelencia en estos días- ley de medios audiovisuales. Una ley que casi nadie conoce, como la mayoría de las leyes. Es obvio, no conviene saber de que esta hecho el lazo de la correa con las que nos llevan para todos lados. Pero bueno, parece que en este caso la tan mentada “opinión pública” se lanzo a opinar sobre tópicos tales como monopolios, multimedios, independencia periodística y libertad de expresión.
Es curioso, como mínimo, que todos estos conceptos formen parte de un mismo universo. Seguramente esa “comunicación” de la que todos hablamos, no es ese ingrediente fundamental de las relaciones humanas. Al menos no de las de relaciones establecidas por el concenso, sino una cara mas de las relaciones de control.
No vamos a ser ingenuos –o al menos lo intentaremos-. No vamos a desconocer desde donde decimos lo que decimos. Este micrófono, este espacio desde donde salimos al aire hoy, ingresan en el contexto de los intereses que atañen a dicha ley, seguramente en dosis infinitamente menores. Una legislación que como bien se remarca, perdura sin reformas desde la última dictadura militar, al igual que otras, como la de entidades financieras. Esto no es una casualidad, si nos detenemos un minutos, advertiremos que muchas entidades financieras manejan monopolios de información.
Hoy es imposible para esa misma “opinión pública” que opina y opina pensar la comunicación sin los massmedia. Y de aquel cuadrito de la secundaria ya no es importante el mensaje sino la interferencia. La gente quiere interferencia. El espectador no esta ávido de decodificar lo que envía el emisor. Solo quiere su puta interferencia, el mensaje distorsionado, pero que lo conforma, lo tranquiliza. Un mensaje ya masticado y digerido. O dos, si estas en democracia.
Son empresas las que disputan intereses acá, de las grandes, de las que ganan millones y millones gracias a interferir lo que pensamos. Hasta reducirlo a la mínima expresión, y convertirnos es perfectos idiotas, como yo ahora por ejemplo.
Miramos pero no vemos. Oímos pero no escuchamos. Repetimos y repetimos, pero nunca cuestionamos. Esta comunicación no es ni más ni menos que un producto. Nuestra opinión es un producto, que multiplicada hará crecer en mayor o menor medida sus acciones y las de sus socios políticos. La otra ley que actúa directamente sobre esta farsa comunicativa es la de la oferta y la demanda. Pero esa no será modificada.
Como se mencionaba en el texto de Amorós de la semana pasada, La mercantilización de la cultura.
“La nueva cultura es entretenimiento y el entretenimiento es ahora la cultura. Se trata de distraer, de matar el tiempo, no de educar y menos liberar el espíritu. Divertirse es evadirse, no pensar, por consiguiente, estar de acuerdo. Así se hace soportable la miseria de la vida cotidiana. La cultura industrial y burocrática no enfrenta al individuo con la sociedad que reprime sus deseos, sino que doma el instinto, embota la iniciativa y acrecienta la pobreza intelectual. Busca estandarizar cambiando al individuo por un estereotipo, el que se corresponde con el súbdito de la dominación, a saber, el espectador. La cultura industrial convierte a todo el mundo en “público”. El público por definición es pasivo, procede por identificación psicológica con el héroe televisivo, con la vedette, con el líder. Son los modelos de la falsa realización propios de una vida alienada. La imagen domina sobre cualquier otra forma de expresión. El espectador, no interviene, hace de bulto; tampoco protesta, más bien es el decorado de la protesta. Es más, si las conductas rebeldes se vuelven moda cultural es porque la protesta se ha vuelto mercancía”.
Y no es la aprobación de una ley lo que dispara plantear esto. No es una ley la que no permite dejar de consumir carroña periodística y vivir en un mundo de intermediarios comunicacionales. Podemos hacerlo sin pedir permiso a ninguna ley, a ningún monopolio. Una radio en la terraza, un corto, intervenir publicidades callejeras. Esto no es romanticismo –o si, cada cual sabrá-. Porque en la actualidad, hasta los fanzines se debaten entre las nostalgias legitimadoras de determinada actitud y las estrategias de marketing.
Y esas leyes implícitas que nos convierten en espectadores y nos muestran como es la comunicación son las que tienen que ser abolidas. Ya, ahora.
Respecto de la destrucción de las otras leyes de este mundillo reformista, aún queda un largo y sinuoso camino por delante. Ese camino lleva a algo más que a la libertad de expresarse. Seguramente no será tapa de lo diarios.
Señores la comunicación hoy no existe. No hay interacción. Ni siquiera se si lo que digo se entiende, si es esto una comunicación. Mail, MSN, teléfonos, micrófonos ¿Pero para que? Sin quererlo sueno aleccionador ¿Y que puedo hacer? ¿Desde donde digo lo que digo?
Guy debord describió esta alienación hace 42 años:
La alienación del espectador en beneficio del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa así: cuanto más contempla menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad menos comprende su propia existencia y su propio deseo. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo se manifiesta en que sus propios gestos ya no son suyos, sino de otro que lo representa. Por eso el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas.
Me cago en las diferencias
Nuestros son los medios de comunicacion
nuestros son los medios que fabrican tu opinion
si buscas la justicia, vete a la ventanilla seis
que alli te atiende el juez
La Polla
1 comentario:
"el medio es el mensaje" deslizo alguno una vez.
no more.
bussines.
todo vacío de pensamiento y discusión real.
les debo una visita ....
F.
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