Santi Casado (guitarrista de Iwanido) en la bateria Sebastian (Ex Gunta) al bajo Pedro (bajista de Iwanido) en la guitarra Tukito Gonzales (Ex Gunta) en la 1° guitarra
CORREPI.- Cada muerte perpetrada e implementada por el brazo armado estatal, tiene su modalidad particular. Una de las más frecuentes es el fusilamiento llano y liso, sin que se produzca enfrentamiento alguno que ponga en riesgo la vida de los uniformados. En distintos contextos, con disímiles víctimas y por diferentes circunstancias -pero siempre bajo igual modalidad-, distintos funcionales represivos fusilaron a sus victimas en el correr de estos últimos días. Walter Aguerre caminaba por las calles de los suburbios de San Carlos de Bariloche, cuando fue asesinado por la espalda por la Brigada de Investigaciones. Aguerre se había escapado hacía casi un año del penal de Viedma y era buscado por la brigada que lo fusiló. Lo detectaron caminando en el barrio, lo siguieron y le dispararon por la espalda, sin que se produzca ningún enfrentamiento. Los vecinos del barrio Nahuel Hué 1, situado a unas siete cuadras al sur de la Ruta 40, manifestaron su repudio al asegurar que la víctima portaba un arma de juguete al momento de ser fusilado. Los dos policías de la Brigada de Investigaciones están detenidos. El miércoles 8 de abri,l en la capital cordobesa, Renato Martín Caro Amor, un subinspector con 9 años en la función de reprimir, fusiló de un balazo a su pareja, Viviana Edith Silva, y luego se quitó la vida, dejando a su hija de cuatro años sin padre y sin madre. Misma suerte que Silva corrió un joven bonaerense (no se dio a conocer la identidad de la víctima) la madrugada del 14 de abril en Rafael Castillo. Miguel Jonathan Acuña, agente federal de 22 años de la comisaría 49ª, lo fusiló cuando, junto a otro muchacho, intentó hurtarlo. Tras un forcejeo, el policía extrajo su arma y disparó contra los jóvenes, fusilando a uno de ellos. Para comunicar el hecho, el diario La Nación tituló: “Un delincuente murió en un enfrentamiento con un policía”, y en la bajada aseguró que “un ladrón murió al tirotearse con un policía”. A la víctima no se le han secuestrado armas de ninguna clase, por lo que el hecho de que haya habido un enfrentamiento queda descartado, y mucho menos un cruce de disparos. El lunes 13 de abril fue procesado el policía que fusiló a Alejandro Titón, un joven de 18 años, la madrugada del 24 de marzo de este año. El cabo fue procesado por el delito de “homicidio calificado por el uso de arma de fuego”. Ariel Sánchez estaba durmiendo, y al oír que rompían un vidrio, se levantó a mirar y encontró a un desconocido en el living de su casa. El policía volvió al dormitorio en busca de su arma, y mientras el joven escapaba por la puerta trasera, el agente cortó camino y salió por la puerta de calle para hacer su trabajo: asesinar a otro pobre que se negaba a padecer nefastas condiciones de vida en silencio; que no estaba armado y que emprendió fuga al ser advertida su presencia. Al salir por la puerta delantera, el policía “lo tuvo a tiro” y disparó cinco veces. El primer proyectil que dio en el blanco hirió a Titón en la pantorrilla derecha, otro le dio en la columna y después fue rematado con un tiro en la nuca con una pistola semiautomática 9 mm. Titón estaba calzado con ojotas y debajo del cuerpo “le encontraron” un revólver lechucero calibre 38 con dos cartuchos. Las pericias dan clara alusión de que Titón fue fusilado: el dermotest dio resultado positivo sólo a Sánchez y en sus dos manos, un claro indicio de que el policía estaba perfectamente cuadrado en el borde de la vereda, desde donde ejecutó al chico. Con respecto a la lechucera que portaba -o le plantaron- Titón, las pericias indicaron que no era apta para disparar. El juez de Instrucción Jorge Patrizi, asegura que “no cabe dudas que al momento de recibir los disparos Titón estaba de espaldas“. Por su parte, el abogado del asesino explicó que “fue una reacción lógica e instintiva“. Es totalmente cierto. La policía tiene una reacción lógica e instintiva de fusilar; sobre todo si las víctimas son pobres, jóvenes y morochas.
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CORREPI.- Cada muerte perpetrada e implementada por el brazo armado estatal, tiene su modalidad particular. Una de las más frecuentes es el fusilamiento llano y liso, sin que se produzca enfrentamiento alguno que ponga en riesgo la vida de los uniformados. En distintos contextos, con disímiles víctimas y por diferentes circunstancias -pero siempre bajo igual modalidad-, distintos funcionales represivos fusilaron a sus victimas en el correr de estos últimos días.
Walter Aguerre caminaba por las calles de los suburbios de San Carlos de Bariloche, cuando fue asesinado por la espalda por la Brigada de Investigaciones. Aguerre se había escapado hacía casi un año del penal de Viedma y era buscado por la brigada que lo fusiló. Lo detectaron caminando en el barrio, lo siguieron y le dispararon por la espalda, sin que se produzca ningún enfrentamiento.
Los vecinos del barrio Nahuel Hué 1, situado a unas siete cuadras al sur de la Ruta 40, manifestaron su repudio al asegurar que la víctima portaba un arma de juguete al momento de ser fusilado. Los dos policías de la Brigada de Investigaciones están detenidos.
El miércoles 8 de abri,l en la capital cordobesa, Renato Martín Caro Amor, un subinspector con 9 años en la función de reprimir, fusiló de un balazo a su pareja, Viviana Edith Silva, y luego se quitó la vida, dejando a su hija de cuatro años sin padre y sin madre.
Misma suerte que Silva corrió un joven bonaerense (no se dio a conocer la identidad de la víctima) la madrugada del 14 de abril en Rafael Castillo. Miguel Jonathan Acuña, agente federal de 22 años de la comisaría 49ª, lo fusiló cuando, junto a otro muchacho, intentó hurtarlo. Tras un forcejeo, el policía extrajo su arma y disparó contra los jóvenes, fusilando a uno de ellos. Para comunicar el hecho, el diario La Nación tituló: “Un delincuente murió en un enfrentamiento con un policía”, y en la bajada aseguró que “un ladrón murió al tirotearse con un policía”. A la víctima no se le han secuestrado armas de ninguna clase, por lo que el hecho de que haya habido un enfrentamiento queda descartado, y mucho menos un cruce de disparos.
El lunes 13 de abril fue procesado el policía que fusiló a Alejandro Titón, un joven de 18 años, la madrugada del 24 de marzo de este año. El cabo fue procesado por el delito de “homicidio calificado por el uso de arma de fuego”. Ariel Sánchez estaba durmiendo, y al oír que rompían un vidrio, se levantó a mirar y encontró a un desconocido en el living de su casa. El policía volvió al dormitorio en busca de su arma, y mientras el joven escapaba por la puerta trasera, el agente cortó camino y salió por la puerta de calle para hacer su trabajo: asesinar a otro pobre que se negaba a padecer nefastas condiciones de vida en silencio; que no estaba armado y que emprendió fuga al ser advertida su presencia.
Al salir por la puerta delantera, el policía “lo tuvo a tiro” y disparó cinco veces. El primer proyectil que dio en el blanco hirió a Titón en la pantorrilla derecha, otro le dio en la columna y después fue rematado con un tiro en la nuca con una pistola semiautomática 9 mm. Titón estaba calzado con ojotas y debajo del cuerpo “le encontraron” un revólver lechucero calibre 38 con dos cartuchos.
Las pericias dan clara alusión de que Titón fue fusilado: el dermotest dio resultado positivo sólo a Sánchez y en sus dos manos, un claro indicio de que el policía estaba perfectamente cuadrado en el borde de la vereda, desde donde ejecutó al chico. Con respecto a la lechucera que portaba -o le plantaron- Titón, las pericias indicaron que no era apta para disparar.
El juez de Instrucción Jorge Patrizi, asegura que “no cabe dudas que al momento de recibir los disparos Titón estaba de espaldas“. Por su parte, el abogado del asesino explicó que “fue una reacción lógica e instintiva“. Es totalmente cierto. La policía tiene una reacción lógica e instintiva de fusilar; sobre todo si las víctimas son pobres, jóvenes y morochas.
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